Con el advenimiento de la era de la razón, es decir con el Racionalismo, surge un pensamiento filosófico estrictamente burgués. Descartes, Spinoza, entre otros son la expresión de una nueva concepción del mundo, del hombre y de la existencia humana. El racionalismo intenta romper con la tradición escolástica, aunque el intento aún era difícil (recordar la formación escolástica de los filósofos).
Los filósofos del siglo XVIII retoman de sus antecesores la filosofía de la razón; ellos se encargarían de modos diferentes en cuanto a las ideas, romper en el orden político ideológico de la doctrina del Derecho Divino de los Reyes a gobernar, que sustentaba a la monarquía, y proclamar en cambio los principios del derecho natural y el contrato social, enmarcados dentro de los principios ideológicos de libertad e igualdad.
De los filósofos políticos e ideólogos del liberalismo, qué de alguna manera son los más representativos para con las ideas de la Revolución Francesa son: Montesquieu, Voltaire y Rousseau. Sus ideas, es decir la ideología de la revolución, configuraron las nuevas instituciones políticas de Francia. Se partió de algunas de las instituciones vigentes, pero fueron nutridas de estas ideas, por lo que en su esencia cambiaron radicalmente, adaptándose a la nueva realidad.
Montesquieu (1689 – 1755)
A pesar de ser aristócrata, fue un gran divulgador de las ideas de John Locke. En el contexto que se ubica Montesquieu; Francia era el centro de la monarquía absoluta, los Estados Generales no se reunían. Mientras que en Inglaterra había triunfado la revolución burguesa.
Existe una gran admiración en Francia por el proceso político inglés, debido a esto, Montesquieu viajó a Inglaterra para estudiar el sistema político inglés. De este estudio podemos resumir brevemente los siguientes puntos:
En su obra «El Espíritu de las Leyes» que le tomó redactar casi 17 años, hace un análisis de la constitución y del funcionamiento del sistema político inglés, diciendo que era el único régimen en ese entonces que podía de garantizar los derechos ciudadanos (de la burguesía). Montesquieu era un anglófilo, pues siente una gran admiración por las instituciones políticas inglesas, y aspiraba a que en Francia se implantase un sistema similar; lo que de alguna manera hubiera evitado el extremismo de algunas etapas de la Revolución Francesa.
De sus ideas, las principales son la renovación del principio de separación de poderes, esbozado antiguamente por Aristóteles y Platón, y renovada por John Locke. Montesquieu convirtió el principio de separación de poderes en un sistema de contrapesos jurídicos entre las diversas partes componentes del Estado: ejecutivo, legislativo y judicial.
Al igual que Locke plantea la fórmula de un contrato entre el soberano y los súbditos, incluyendo que el clima y el ambiente físico influye en la organización política. Como es evidente Montesquieu plantea para Francia la monarquía constitucional, al igual de que sucedía en Inglaterra, como el mal menor, ni por asomo se le ocurre esbozar igualdad entre el soberano (Rey) y los súbditos.
Voltaire (1678 ‑ 1778)
Sin dejar de ser un amante del estilo de vida de la nobleza, indicó en sus ideas la necesidad de una forma de gobierno monárquico ilustrado, se oponía así a la monarquía absoluta y sin control. Anteponiendo a un soberano ilustrado con apoyo de los filósofos. Ante la doctrina del derecho divino, Voltaire antepone la doctrina del derecho natural, que implica la igualdad jurídica de todos los ciudadanos, sin distinción de ningún tipo. A pesar de lo anterior, Voltaire no argumentaba reemplazar al rey, o igualarlo con los demás ciudadanos; él pensaba que el rey debía apelar a la razón de los filósofos.
Voltaire fue un anglófilo al igual que Montesquieu. Si bien es cierto que en sus «cartas filosóficas» se mofaba de algunos acontecimientos de la política inglesa, y de la intolerancia religiosa que operaba en aquel país, admiraba al equilibrado sistema político inglés por lo que escribió lo siguiente: «La nación inglesa es la única en el mundo que, ofreciendo resistencia a sus reyes consiguió reglamentar el poder de los mismos y que mediante esfuerzo tras esfuerzo, pudo establecer ese sabio gobierno en que el príncipe es todo poderoso para realizar el bien, pero tiene atadas las manos para hacer el mal«. (1)
Ambos Montesquieu y Voltaire anglófilos declarados, no buscaban necesariamente el fin del absolutismo en Francia, deseaban que en aquel país se institucionalizase una monarquía constitucional; cosa que no sucedió porque la aristocracia más que el Rey no querían perder ninguno de sus privilegios, es decir, no permeabilizaron el régimen absolutista para que sobreviviera.
Rousseau (1712 ‑ 1778)
Si bien el autor no tiene un concepto muy bueno de la democracia (ateniense), expresa en sus ideas nuevas concepciones para entonces, de lo que sería el sustento de las ideas políticas de la Revolución Francesa.
Los conceptos de Soberanía, voluntad general y del contrato social principalmente son ideas roussonianas que no tienen el mismo sustento conceptual que los otros filósofos de la Ilustración. Así por ejemplo, soberanía no significaba para Rousseau la potestad del rey de dar leyes y de gobernar en nombre de dios. Significaba el ejercicio de la voluntad general, sustentada en la colectividad política toda y no en un solo hombre. Además de establecer que éste soberano (la sociedad política) no delegaba su representación o voluntad política, mas sólo transmitía el ejercicio del poder, en su representación.
También tenemos conceptualización diferente para los conceptos de estado de naturaleza y estado civil. Si para Hobbes el estado de naturaleza es la forma de vida salvaje, en la que el hombre vive librado al conflicto con sus semejantes y con la naturaleza, en la que el hombre es lobo del hombre; para Rousseau significa la única forma en la cual los hombres vivieron en armonía, es decir, el hombre vivía sin organización, sin leyes y sin propiedad, no hacían falta estas creaciones humanas porque el conflicto no existía.
Si para Hobbes el estado civil significaba la forma de cómo el hombre escapa del salvajismo y de la inestabilidad del estado de naturaleza, para garantizar a través del rey el orden y la seguridad para los hombres; para Rousseau el estado civil significaba la degradación moral del hombre, qué debido al origen de la propiedad privada, se vive en constante degeneración, ya que la sociedad corrompe al hombre, y lo ha transformado en lo que es, un ser egoísta y ambicioso.
El estado de naturaleza garantiza al hombre la pureza de sus sentimientos y actitudes; el estado civil degenera y corrompe al hombre. De aquí la doctrina del buen salvaje. Rousseau sin embargo, no buscaba regresar al estado de naturaleza, por el contrario era consciente de la imposibilidad de este retroceso; por tal motivo planteó su doctrina política en la cual la sociedad o la comunidad en su conjunto reunidos como soberano, regulaban a los que ostentarían el poder en nombre de la comunidad toda, evitando así que sólo un hombre que se proclamaba rey porque dios así los quería, gobernara en contra de los intereses de los demás.
Rousseau no tenía un buen concepto de la democracia por lo que escribió en su obra «el Contrato Social”, «si hubiera un pueblo de dioses estaría gobernado democráticamente. Un gobierno tan perfecto no es conveniente a los hombres”. (2)