Trabajo parlamentario

Mucho de lo que hemos hecho en el Congreso en materia de modernización se lo debemos a los cronistas parlamentarios. Durante mucho tiempo no sabía cómo aparecían las noticias en la radio o en la televisión. Sin embargo, cuando trabajé en el Senado, fui conociendo de cerca el trabajo periodístico a través de innumerables conversaciones con los cronistas acreditados. Uno de ellos me dijo alguna vez: «No solamente se trata de escuchar lo que se dice en el Plenario, hay que contar con la información que contiene el Proyecto de Ley que se está debatiendo para poder informar a nuestros jefes». [1]

En aquella oportunidad, a raíz de esa frase tan cierta, empecé a entender el significado de las fuentes de información y el lenguaje que emplean los cronistas.

La vida en un Congreso es intensa, rápida. Tanto que los cronistas —quienes vienen a diario y pasan largas horas en el Palacio Legislativo- ya son parte de esta casa, que la componemos todos: desde los parlamentarios hasta los otros protagonistas: la gente de prensa, los empleados, el público, el personal de seguridad. Cuando la televisión filma una sesión del Pleno, lo que está haciendo, en realidad, es filmar el gran teatro en el que actuamos todos.

Desde el cargo que ocupo —donde no sólo me siento Oficial Mayor, sino, sobre todo, ciudadano— he podido percatarme de muchas cosas. Estas me han hecho reflexionar sobre el manejo del Congreso y me permiten hablar de la participación del público dentro de nuestra institución. Hoy el Congreso asume una actitud mucho más activa para llegar al público en forma directa. Así como los cronistas parlamentarios trabajan para empresas periodísticas, el Congreso —como una gran empresa— también tiene preocupaciones por llegar al público. Yo soy el decimotercero Oficial Mayor y, siguiendo el legado de quienes me precedieron, tengo la responsabilidad de que el Congreso funcione y, parte de esa responsabilidad, es el tema de la prensa. Por ello, pensando en los Oficiales Mayores que me sucederán, no puedo ni quiero descuidar ningún aspecto de este tópico.

Los nuevos tiempos nos obligan a competir y a ser eficientes. Pero ¿en qué consiste nuestra competencia y eficiencia? ¿Cómo entendemos nosotros a una institución pública de la que todo el mundo hablaba mal hace muchos años y de la que también yo era un crítico agudo cuando ingresé a laborar? Un Congreso mejor no significa tener un edificio bien pintado y en buenas condiciones; un ‘mejor Congreso’ significa permitir la participación ciudadana.

Cuando me refiero al proceso de toma de decisiones políticas, recurro a un ejemplo ilustrativo: el gran debate que hubo para la nueva Constitución y el nuevo Reglamento del Congreso. En esa época disminuyeron las sesiones plenarias porque hubo una serie de reformas. Lo que se buscaba, en mi opinión, era eficiencia en la toma de decisiones, por lo que había que tomar decisiones con celeridad, rapidez, diligencia y prontitud.

Cuando yo venía al Congreso en mis épocas de universitario hacía vida política estudiantil y observaba cómo en las afueras del Congreso se concentraban grandes manifestaciones. Enseguida, reflexionaba en el modo en que la sociedad presiona sobre el ente político (el Congreso) para que actúe rápidamente. En esos años ya comenzábamos a entender el tema: era importante que el Congreso tomara decisiones. Y es que, si el Poder Legislativo no toma decisiones con eficacia, la sociedad seguirá con carencias.

Para tomar una decisión habría que hablar de dos tipos de eficiencia dentro de un ente político descentralizado: la eficiencia de la administración y la eficiencia del aparato político. Cuando hablamos de las Comisiones, el Consejo Directivo, la Mesa Directiva y los plenarios no nos referimos a otra cosa que a los órganos que toman decisiones. Esto quiere decir que la toma de decisiones en el Congreso no debe estar centralizada.

La velocidad con la que el pueblo solicita una decisión debe ser la misma con la que el órgano político la toma. Asimismo, cuando el aparato político decide en forma rápida, la administración debe funcionar de acuerdo con la dinámica de decisión política. Si alguna de estas tensiones disminuye, entonces se produce un fracaso en el sistema. Si un Parlamento no toma una decisión a la velocidad con que la sociedad reclama, entonces el Parlamento no es eficaz.

La modernización permite la sincronización de esas tres instancias (sociedad, ente político, órgano administrativo) e impide que la democracia fracase. La crisis en que está envuelta hoy la democracia en el mundo se origina en las fallas para la toma de decisiones. En consecuencia, tenemos que saber tomar una decisión, y tener en cuenta que una decisión tomada a tiempo es una decisión eficaz. No hay sitio para la tardanza.

Al respecto, el problema con la prensa en el Congreso era claro: los medios de información publicaban la noticia de acuerdo con el principio de libertad empresarial. El Congreso, por su parte, no tenía una voz propia y debía echar mano de sus recursos pecuniarios para publicar sus comunicados. La voz del Congreso se conocía desde la óptica de la opinión de los medios periodísticos. Eso había que cambiarlo. Y ya que los periódicos defienden, legítimamente, intereses políticos, en el Congreso decidimos entrar a competir ofreciendo información estrictamente institucional. Esta información no solamente sirve y llega a las personas de la calle, sino también a los cronistas, los jefes de los cronistas y a los Congresistas.

Antes —en la década de los años ochenta o sesenta, por ejemplo- los cronistas tomaban nota de lo que ocurría en el Congreso y, al día siguiente, aparecía publicada en los medios su opinión respecto de la sesión que cubrían. Hoy, en el Congreso, privilegiamos informar directamente al ciudadano. Ese es el concepto que trabajamos ahora con la prensa. Hoy, los jefes de los cronistas parlamentarios reciben en sus escritorios todas las noticias del Congreso: las listas de medios, la página Web, el Diario de los Debates. También pueden acceder a nuestro programa de televisión por cable, ‘Escaño 122’, o a nuestro espacio en Radio Nacional, ‘Punto de Encuentro con el Congreso’.

Con esto, apuntamos al concepto moderno de democracia, bajo el cual las instituciones cumplen un nuevo papel y toman impulso para entrar al gran mercado de la política, de la oferta y la de-manda. Todos hablamos sobre la base de la oferta y la demanda. Por ello, cuando el político ofrece soluciones, demanda votos; y cuando el mercado señala que, además de vender y comprar debe existir la información, exige razones para dar esos votos.

Por lo tanto, para que el Congreso tenga llegada institucional, debe ofrecer la posibilidad de que las personas —aquellas a las que los políticos van a solicitar votos- también estén informadas. Eso tiene que ver mucho con el clima de competencia, ya que, si el Congreso se mantiene inactivo frente a la posibilidad de brindar información, se autodescompone.

Para que el Parlamento cumpla con su misión comunicadora, toda la información que brinde debe ser absolutamente transparente y confiable y estar libre de cualquier inclinación o sesgo político pues es importante que los jefes de información de los medios hagan uso del material que el Congreso ofrece. Por ejemplo, el Pleno y la Comisión se reúnen al mismo tiempo para agilizar las labores y es muy difícil que los medios puedan cubrir de manera rigurosa lo que ocurre en una de esas reuniones sin descuidar lo que sucede en la otra. El medio de prensa cuenta ahora con una herramienta que sirve a los cronistas parlamentarios para elaborar su nota de prensa con más precisión. Con este sistema se genera una gran revolución en la manera de brindar información en las instituciones públicas.

Al conversar con mis colegas, los Oficiales Mayores de otros países, he comprobado que tienen graves problemas. Para empezar, tienen problemas políticos. Existen Parlamentos donde las Mesas Directivas —por dar un nombre común— no permiten aún la posibilidad de que la información se brinde de modo directo. Estos Oficiales no entienden cómo nuestros políticos aceptan hablar a través del Parlamento Virtual, del Diario de los Debates; cómo es posible que se distribuyan las Actas por INTERNET, o que se tenga una ‘Televisión Virtual’.

El Congreso no puede ser un lugar cerrado, hermético. Yo aprendí de los cronistas parlamentarios que cuando no se brinda la información se genera, inevitablemente, la especulación; y la especulación debilita la institucionalidad de los organismos del sistema. Si no damos información, esta se recrea con variantes cercanas a la especulación y al rumor.

Si yo escucho un noticiero puedo cuantificar el segmento dedicado a la política, si leo un periódico puedo contar las páginas que se dedican a la política, siempre ocurre igual. Entonces, si el espacio para la información es cuantificable, la información que nosotros brindemos debe llenar ese espacio cuantificable.

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