La reciente expansión democrática, calificada por Huntington (1991) como «la tercera ola», se inició en el Sur de Europa, a mediados de los años ’70. Luego, entre principios y mediados de los ’80, se extiende hacia Latinoamérica y algunos países asiáticos (Corea, Tailandia y Filipinas) y, a fines de los ’80 y principios de los ’90, llega a Europa oriental, la Unión Soviética y a algunas regiones del Sahara africano. Hasta hace no mucho tiempo, la gran mayoría de los miembros de las Naciones Unidas mantenían sistemas autoritarios. A fines de 1993 en más de la mitad de ellos -107 países sobre 186, es decir, más del doble de los computados dos décadas antes- se efectúan elecciones competitivas y sus ciudadanos gozan de varias garantías inscriptas en los derechos individuales y políticos (Karatnycky, 1994, pág. 6; Freedom Review, 1993, págs. 3-4,10).
La democracia es más débil en los países islámicos (de los que, como argumentaré más adelante, pocos son democráticos) y en ciertas partes de Africa. Sin embargo, aunque no son completamente democráticos, «más de 30 países africanos están en el proceso de transición desde un gobierno autoritario (civil o militar) hacia uno más pluralista» (Schneidman, 1992, pág. 1; Diamond, 1992b, pags. 38-39 y 1993b, págs. 3-4). El camino hacia la democracia no es simple. Los países que han tenido regímenes autoritarios encuentran difícil establecer un sistema democrático legítimo, dado que sus creencias y tradiciones pueden ser incompatibles con las que requiere el funcionamiento de la democracia.
En su clásico trabajo «Capitalism, Socialism and Democracy”, Schumpeter (1950) definió la democracia como «aquel acuerdo institucional para llegar a las decisiones políticas en que los individuos adquieren el poder de decidir a través de una lucha competitiva por el voto de la gente» (pág. 50)1. Esta definición es, en realidad, muy amplia y no pretendo investigarla exhaustivamente aquí2. Me concentro, en cambio, en cuestiones tales como las variables económicas y culturales) en el debate sobre los sistemas electorales, en las disposiciones constitucionales (presidentes vs. parlamentos), en la importancia de una sociedad civil participativa y en los métodos a través de los cuales los partidos políticos deberían estructurarse para generar estabilidad y mantenerla; en síntesis, en los factores y procesos que afectan las perspectivas para la institucionalización de la democracia. (Págs. 1-2)
Este artículo trata sobre la viabilidad de la democracia en contextos de pobreza. La democracia se debilita y pierde significado si no es capaz de atender las necesidades de la población. Es claro que la igualdad política, sin una económica que distribuya la riqueza entre los miembros de la sociedad hacen inviable la democracia como sistema político, ya que impide o limita su consolidación.
Tipo de documento: Artículo