Van a sus colegios a jugar, con los curas con las monjas, de la caridad, con sus cuerpos llenos de comida, crecen como europeos, rubios y robustos.
Nos quitan el camino a la universidad, llenan sus libretas de notas sin igual, sus cabezas saben todo lo que hay que responder y en las escuelas numeradas, nos enseñan humildad y resignación. Nos explican de que esta de más, intentar pensar siquiera en ser profesional.
Tu educación es una porquería, yo con esas notas, ni siquiera trataría, dedícate a ladrón, a vago o esclavo y nunca trates de entender.
Por qué, por qué los ricos, por qué, por qué los ricos, tienen derecho a pasarlo tan bien, tienen derecho a pasarlo tan bien, por qué, por qué los ricos, por qué, por qué los ricos, tienen derecho a pasarlo tan bien, si son tan imbéciles como los pobres.
Allí van cruzando su ciudad, taquillando en sus autos o en el de su papá, disfrutando de la juventud, del derecho heredero de ser los dueños de América del Sur.
A veces unos tienen ganas de igualar, forman entidades, juegan a luchar, discursos y recursos, vida intelectual, y todo sigue tan igual, tan igual.