Parlamento: Control ciudadano y no sólo para el ciudadano

No es novedad que la gran mayoría de peruanos no se sientan representados a cabalidad por los miembros del Poder Legislativo y tampoco es un descubrimiento que los parlamentarios en mayoritario número llegan a un momento en el cual no creen en representar más que a sus propios intereses. El Parlamento pierde su esencia y razón de existir: ser proyección de los intereses de la nación.

Aunque no cabe aquí desarrollar el proceso histórico mediante el cual hace su aparición el Parlamento en el planeta, sí es necesario recordar una de las principales razones fuerza que impulsaron su instauración: crear un poder que sea contraparte al Rey (ahora poder ejecutivo, salvando diferencias) y, que, a su vez, se convierta en interlocutor del pueblo frente al soberano. Viendo la realidad actual ¿podemos decir que esto último se respeta? Reflexionemos.

Actualmente existe una conexión y una desconexión. La primera la vemos dentro del Parlamento: los congresistas se relacionan, conversan, tratan, discuten, negocian entre ellos. La segunda la sentimos: no hay relación, conversación, trato, discusión y negociación fluida entre nosotros (los ciudadanos) y los parlamentarios.

¿Por qué? Una razón podría ser la siguiente: los parlamentarios creen que es mejor organizar dentro que fuera, por las múltiples ventajas que ello conlleva, siendo la principal y la raíz de todos los hechos de que se negocia con un número reducido de personas. Pero ¿cuáles son los motivos que refuerzan la desconexión? Quizá sean los siguientes:

El primero de ellos es que los ciudadanos ya no ven al Parlamento como una proyección, sino como un poder ajeno al suyo, un poder que está sobre ellos. Ven al Poder Legislativo como un ente que legisla para controlarlos, limitarlos, presionarlos. No sienten, no recuerdan o, peor aún, no saben que este se encuentra a su servicio y nació y existe para ello.

El segundo motivo se relaciona con la desconexión anteriormente citada: todos no conversan ni tratan (o lo hacen muy poco) con los electores una vez obtenido una curul. La causa de este problema es fácil verlo, los parlamentarios no se dan abasto. Su trabajo es extenuante, tienen que abordar su carga familiar, resolver los problemas de su partido o movimiento político, atender sus negocios particulares y, encima, cumplir con su labor legislativa. ¿Y su labor representativa de conexión con el pueblo? La dejan en un segundo plano porque quizá es más sencillo hacer esperar a un ciudadano que a una de sus actividades anteriores. Y ello nos lleva a la tercera causa de la desconexión.

El Parlamento se muestra (y los parlamentarios también sin saberlo) en una institución de control para el pueblo y no del pueblo. Aquí ya no hablamos de sobre el pueblo, sino que el Poder Legislativo debido a la no-relación entre ciudadano-parlamentario se asemeja (en el mejor de los casos) a un defensor de la voz popular que, paradójicamente, no la escucha. La intuye. Y he aquí el error. La desconexión hace que los ciudadanos ya no vean al Legislativo como un medio suyo para controlar los actos del gobierno, sencillamente porque lo ven como parte del gobierno.

Si bien es cierto que un parlamentario tiene que representar y defender los intereses de la ciudadanía, también lo es que ellos representan y defienden los intereses del Estado y del gobierno (este último si son miembros del partido oficialista). Así se convierten en interlocutores de las dos partes, hablan por ambos, son doblemente representantes. ¿Qué hacer? ¿Habría una forma o un mecanismo que logre evitar esta situación? ¿Deberían los parlamentarios dejar de ser representantes de una de las partes? Y si así fuera ¿a quién abandonar?

Rápidamente muchos dirían que sólo se deben abocar a ser fieles representantes de la voluntad popular, que ante todo son parlantes de la voz de la nación.

Es cierto, están en lo correcto. Mas ya hemos visto la desconexión existente. Los hombres y las mujeres de nuestra patria no se sienten identificados por los parlamentarios y éstos (para agravar aún más la situación) representan al Estado, al gobierno, a su partido, a sus intereses personales y a los ciudadanos. Control sobre el pueblo, así ven los ciudadanos al Poder Legislativo.

Control para el pueblo, es lo que quizá sin saberlo es lo que hacen los congresistas. Control del pueblo, es un deseo ciudadano que sólo se hará realidad cuando los congresistas tengan la firme voluntad de escuchar y atender los reclamos y aportes de todos los peruanos.

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