Los sistemas electorales y el sistema de partidos políticos

La definición de sistema electoral es parte consubstancial de este ensayo, y por ello, se discutirán las consideraciones propuestas por Nohlen sobre la materia y las distinciones que se establece entre régimen y derecho electoral.

A pesar de intentar esclarecer el panorama conceptual de estas categorías analíticas, aun resulta limitado su alcance, pues principalmente se refiere al principio de representación y a la manera específica en que se convierten votos en escaños. Y es, precisamente en esta última parte, que el concepto se refiere casi en exclusiva a los sistemas parlamentarios.

Nohlen se da cuenta de lo estrecho del concepto propuesto, pues el mismo sostiene lo siguiente: “Los sistemas electorales determinan las reglas a través de las cuales los electores pueden expresar sus preferencias políticas y, así, convertir los votos en escaños parlamentarios (en caso de elecciones parlamentarias) o en cargos de gobierno (en caso de elecciones de presidente, gobernador, alcalde, etc.)”.[1] Por ello, reitera de manera resumida la conceptualización reducida de los sistemas electorales como “la conversión de votos en escaños”, para luego agregar cuatro elementos vitales en cualquier configuración electoral, que son: a) la distribución de las circunscripciones; b) la forma de candidaturas; c) los procesos de votación; y, d) los métodos de conversión de escaños.

Ahora bien, una definición no contradictoria, pero sí integradora podría ser esta: Los sistemas electorales convierten el voto ciudadano en la elección de representantes a cargos públicos y en los procesos de democracia semi—directa en decisiones que resuelvan asuntos específicos en discusión.[2] Cargo público abarca como puede comprenderse los ámbitos ejecutivos, legislativos, regionales y locales u otra forma de composición gubernamental; y a la vez, se añade los mecanismos de consulta popular que involucran también al proceso electoral.

Asimismo, es preciso esclarecer el concepto sistema electoral en el variado entendimiento, alcance y comprensión que en los distintos países se usan. Para ello, el marco adecuado es a mi entender, comprender que en todo sistema político existe un mecanismo que posibilita la elección, sucesión o nombramiento de los cargos, y que, por lo tanto, en el contexto del sistema político es un subsistema, que tiene por objeto y proceso seleccionar élites y que en cada sistema político tiene una importancia y cualidad diferente en función a los valores y el principio de legitimidad que se sustente.

Por ello, es acertado Nohlen cuando sostiene que: “Las elecciones representan una técnica de designación de representan­tes”,[3]  y que además varían en cuanto a su importancia y funciones; asimismo, sostiene que no son un procedimiento propio de la democracia, pero que sólo en ese sistema manifiesta cualidades totalmente distintivas que en otras formas gubernativas:  “a) el concepto de elecciones varía según los sistemas políticos; b) la importancia de las elecciones difiere de un sistema político a otro, y c) las funciones de las elecciones cambian de sistema a sistema”.[4]

Sobre la base de estos argumentos, se puede empezar a entender la complejidad del estudio de los sistemas electorales y romper con el esquema que predomina en nuestro país de confundir o querer reducirlo sólo a los aspectos legales de las elecciones.

La complejidad se manifiesta no sólo en la aplicación de las normas. Si no más bien en entender que al modificar algunos de estas variables elementales de los sistemas electorales, se pueden conseguir efectos diversos, manifestados en resultados diferentes en la asignación de escaños y por ende la configuración de la correlación de fuerzas políticas, o que incluso pueden contraponerse a la consecución de principios o valores políticos como la representación, la proporcionalidad, la gobernabilidad o la participación política, sólo para mencionar algunos casos.

Asimismo, esos mismos elementos nos llevan a comprobar que el estudio de los sistemas electorales es pertinente y útil porque se configura muy marcadamente los parámetros electivos de los ciudadanos y por ende, se convierte en una condición poco probable de ser modificada por éstos, pero posible de ser configurado por las organizaciones políticas de un país.

Esta posibilidad de configuración, surge y es producto de un acuerdo y consenso básico de los agentes políticos involucrados y de los niveles de poder político que gozan en un contexto temporal específico. Los sistemas electorales surgen pues, del arreglo institucional en la distribución y ejercicio del poder político por parte de las fuerzas políticas de un Estado.

Debemos entender, entonces, que los sistemas electorales son únicos e irrepetible, tienen matices sutiles que los diferencian unos de otros. Principalmente, los sistemas electorales, más que un orden perfecto de procedimientos y normas, son formas de acuerdo político que los diferentes actores políticos aceptan como aspecto principal y específico en el contexto de un sistema político dado.

El sistema electoral perfecto no existe, cada uno en su peculiaridad afirma la mayor presencia o no de acuerdo político entre los directos más afectados. Los políticos, son quizás los más interesados siempre en no reformar muy marcadamente el sistema de elección, porque ello afecta sus intereses de ser electos.

Por eso, las reformas electorales efectuadas en nuestro país, han sido más para perfeccionar procedimientos, plazos y señalar funciones a nuevos órganos que cambios específicos en el sistema de representación, en los procedimientos para la asignación de escaños[5] o en la simultaneidad de la elección presidencial y parlamentaria.

Por un lado, si los sistemas electorales como realidad empírica y no sólo como esquema conceptual consigue alcanzar los valores y creencias que sustentan el principio de legitimidad, y, simultáneamente, si al operar, propician y logran expresar ese acuerdo institucional alcanzado; y permiten o no la gobernabilidad y la construcción o no de instituciones políticas sólidas y por ende de un sistema político capaz de responder a las demandas que se generan a su interior como de las que surgen de la sociedad, la economía y el entorno internacional.

Teniendo claro estas premisas podemos recién adentrarnos al estudio de la materia. Un aspecto vital es su importancia y efecto en el sistema político. Para algunos es un factor decisivo y para otros no es de importancia.

Como sostiene el autor, ambos puntos de vistas tienen la desventaja de partir de enfoques mono-causales, cuando los procesos sociales son multi-causales.

Por lo tanto, estamos de acuerdo con el autor cuando sostiene que: “El sistema electoral es una variable potencialmente influyente” que se manifiesta en la representación política, en la conformación de los sistemas de partidos y a través de allí en la gobernabilidad.

Nohlen sostiene que los sistemas electorales tienen dos efectos interrelacionados. Primero, a los electores los somete a una situación predeterminada en la que debe decidir y lo principal, variable que no pude cambiar; y por otro lado, sobre la base de una misma votación, producir diferentes resultados en la asignación de escaños y/o en la conformación del gobierno. Adicionalmente sostiene que tiene incidencia en ocho (8) fenómenos o problemas.

De estos elementos, es discutible —desde mi punto de vista— la polarización ideológica entre electores y partidos, ya que esta se produce sobre dos vertientes interpretativas de la realidad. Primero, sobre el sistema de creencias y la ideología política predominante en una sociedad, y desde esa situación, los electores y partidos asumen, en diferente magnitud, su adhesión o no hacia esos valores.

Segundo, la polarización ideológica se produce principalmente, cuando sobre alguna cuestión del sistema de creencias en general o sobre la ideología política predominante existe un alto grado de desacuerdo entre los individuos y los grupos sociales, y que, por tal razón, el conflicto se hace manifiesto por lo que se busca mantener o cambiar dicha escala de valores.

En tal sentido, los partidos políticos pueden expresar esas diferencias interpretativas agrupando a sus miembros en posiciones contrapuestas y excluyentes, pero no encuentro cómo los sistemas electorales puedan tener incidencia en esa cuestión.

La excepción podría ser, que, dada tal situación, mediante una decisión legal se excluya de la competencia electoral a los partidos antisistema, situación que se puede observar por ejemplo en Alemania, donde el partido Nazi está impedido de participar en las elecciones.

La parte vital de la lectura tiene que ver con los tipos de sistemas electorales. La argumentación inicial de Nohlen indica que ha existido una confusión común en cuanto a la identificación y conceptualización de los dos sistemas básicos, el cuadro a continuación expresa en mejor medida la propuesta conceptual de Nohlen ya que establece los tres elementos vitales para entender a los dos modelos básicos de sistema electoral: Regla, fórmula decisoria y objetivo de la representación.

Regla – Tipo básicoFórmula decisoriaObjetivo de la representación[6]
Representación por mayoríaGana la mayoríaFormación de mayorías
Representación proporcionalPorcentaje decideRefleja al electorado

Sobre estos elementos básicos el autor construye una tipología de cinco sistemas mayoritarios y cinco sistemas proporcionales. Dicha propuesta, involucra para ambos casos a las barreras legales, directas e indirectas, como porcentajes para ingresar a la repartición de escaños, el tamaño de las circunscripciones electorales, el tipo de voto y a la creciente combinación de ambos. En tal sentido es mucho más completa y compleja que su propuesta inicial en la que establecía dos tipos para el sistema de mayoría y tres para la representación proporcional. [7] El sistema mayoritario y el sistema de pluralidad para el caso de la representación por mayoría; y el sistema proporcional puro, el sistema proporcional impuro y el sistema proporcional con barrera inicial.

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