Libertad e igualdad palabras que perturban a la democracia

La democracia vista desde sus retos. La mayoría estará de acuerdo de que existe un vínculo de la democracia con la libertad y la igualdad.

El punto es que dichas palabras, usadas en contextos políticos específicos pueden significar y abarcar de manera muy distinta, por lo que, se presta a esquivos conceptuales que ensombrecen su comprensión y lo más grave abona a cuestionar la democracia cuando se llevan a los extremos dichos conceptos.

Por ejemplo, la idea de igual y libertad en la Grecia Antigua estaba asociada a que sólo siendo “iguales – isonomía”, se podía ser libre.

La clave de este razonamiento es que isonomía significa igualdad ante la ley, “Leyes iguales, reglas iguales para todos, lo que implicaba un gobierno de las leyes” (Sartori, 2001).

Esta relación no ignora las diferencias sociales que había entre los griegos, lo que se establece es un “acuerdo” sobre el trato que tendrían los griegos frente a la ley, independientemente de su condición social.

En ese sentido, el “todos” de los griegos, como en otros momentos de la historia no incluye a todos los seres humanos, sino, sólo a aquellos que eran considerados “iguales”.

El sentido de la política es integral, pues en la mentalidad griega significa totalidad del quehacer del hombre en tanto tal y su realización se hace en las polis; (Sartori, 2001) “los griegos no veían una parte o aspecto de la vida, veían la plenitud y la esencia (p. 127)”, en tanto todos los hombres (ciudadanos) son expresión del espíritu común que la diferencia de los esclavos, las mujeres y los animales.

Por ello que la libertad la entendían como servir a las polis, “su libertad se resuelve sin más en su participación en el poder y en el ejercicio colectivo del poder (p. 127)”, no conocieron la idea de individualidad, ni la idea de libertad individual.

Tampoco conocieron la idea de titularidad y ejercicio del poder, ya que no existía una separación entre lo que hoy llamaríamos lo estatal y lo no estatal, ya que todo era un continuo acorde a su concepción del mundo.

Por eso, cuando hacemos invocación a la tradición griega para el estudio de la democracia, debemos hacerlo con prudencia, teniendo en claro que las dimensiones territoriales, las instituciones y el número de personas implicadas no tienen nada que ver con lo que hoy definimos como democracias, y los más importante  “Las palabras, las ideas y los actos políticos no son inteligibles sino en el contexto de las cuestiones que dividen a los hombres, a los que pertenecen dichas palabras, ideas y actos” (Berlín, 1958).

Palabras subversivas que propiciaron el segundo ciclo revolucionario liberal

Esas mismas palabras, en el un contexto histórico distinto, desataron lo que se llamó el ciclo liberal revolucionario (Godechot, 1977). Efectivamente, libertad, igualdad y fraternidad fueron las palabras que cambiaron la configuración política de occidente, ya que irrumpe la burguesía como el nuevo actor político.[1]

En el contexto revolucionario del segundo ciclo, la idea de la igualdad se reafirma en tres sentidos: igualdad de trato, de reconocimiento e igualdad ante la ley. A su vez, la libertad era concebida en dos sentidos: La libertad como atributo anterior a toda sociedad; y, por otro lado, como la libertad del individuo.

Ambos sentidos de libertad se funden, puesto que, la burguesía exigía formar parte de la estructura del poder político, reclamaba para si la titularidad de la nación francesa. (Sieyes, 1973) y, además, como individuos reclamaban derechos individuales de protección que no poseían frente al Estado.

Aquí la libertad a secas significa anarquía, disponer de la propia voluntad sin más limitación que la propia capacidad, por lo que, en sociedad y sobre todo en democracia, la libertad política e individual es por un lado una protección y por otro lado una capacidad.

La libertad política (positiva) significa que el individuo es libre si se encuentra sujeto a un ordenamiento jurídico en cuya producción —la ley— participa y se enmarca de acuerdo con el orden social existente (Berlín, 1958). [2]

Esta función garantista de la ley, le permite ejercer la libertad política para oponerse al gobierno, opinar, pensar, crear, creer, transitar, incluso en contra a las propias ideas personales y/o sociales; por otro lado, la libertad política (negativa) significa que el individuo no está sujeto a una autoridad capaz de imponerle obligaciones (Estado) (Berlín, 1958)[3] más allá de lo que está permitido por la ley y que éste y los demás individuos no pueden invadir su fuero interno ni controlarlo; es decir en su sistema de equilibrio y autocontrol.

La democracia liberal es retada por la libertad y la igualdad llevadas a sus extremos

También a lo largo de la historia se ha podido observar como la idea de la libertad y la igualdad han servido para propósitos distintos a los de la progresión democrática de las sociedades. Así tenemos ejemplos que ilustran esta afirmación a través de diferentes autores y momentos.

Por ejemplo, Francisco Ayala en sus anotaciones al texto ¿Qué es el Tercer Estado?, indica que, “la libertad” al carecer de un contenido inequívoco, puede adecuarse a cualquier estructura conceptual, incluso contrapuestas, como por ejemplo la libertad nacional frente a la libertad política o la libertad individual; también sostiene que se ha hecho abuso del término para adecuarlo al entendimiento de cada cual y que lo más frecuente ha sido que, sus enemigos la conciben sin límites con el propósito de desacreditarla.(Resumen propio) (Sieyès, 1973).

Desde otra perspectiva, (Lipson, 1986) sostiene que se puede entender la democracia como “la forma de gobierno que combina para sus ciudadanos tanta libertad e igualdad, como es posible”.

Sobre la libertad y la igualdad sostiene que puede ser definidas en formas mutuamente incompatibles entre sí, sobre todo si ambos conceptos se las define de manera absoluta ya que se evidencia sus contradicciones, de ese modo, la izquierda se ha apropiado de la igualdad y la derecha de la libertad y que, de ese modo, ambos bandos llevan al extremo su conceptualización, cuando lo correcto sería encontrar un equilibro libertad-igualdad.

Sobre esa base, (Torodov, 2012) sostiene que se dio cuenta que la libertad puede resultar siendo un peligro para la democracia, por los usos que le dan ciertos grupos de extrema derecha que en diversos países han aparecido para ensalzar valores contrarios a la democracia como la xenofobia, el racismo, el nacionalismo extremo, el antisemitismo, entre otros, dentro de los parámetros de la democracia, allí radica el peligro, pues los enemigos ya no estarían necesariamente fuera, sino dentro de la democracia e incluso, estos movimientos estarían revestidos del espíritu democrático.

Libertad e igualdad llevados a los extremos a través del discurso y la acción política, en contextos de crisis económica de occidente, donde, además, los europeos se “sienten” invadidos por oriente, es que resurgen los movimientos que buscan recuperar Europa para los europeos.

(Torodov, 2012) sostiene que la identidad europea no se está diluyendo por la presencia extranjera, sino, sobre todo por la globalización y el individualismo extremo.

Trabajos citados

Berlín, I. (31 de octubre de 1958). Biblioteca Liberal Libertaria. Recuperado el 5 de Julio de 2016, de https://bibliolibertaria.org/libros/dos-conceptos-de-libertad/

Godechot, J. (1977). Las revoluciones (1770 – 1799). Barcelona, España: Editorial Labor.

Lipson, L. (1986). La filosofía de la democracia. Facetas.

Sartori, G. (2001). Teoría de la Democracia – El debate contemporáneo (Primera ed., Vol. I). España: Alianza Editorial.

Sieyes, E. (1973). ¿Qué es el Tercer Estado? Madrid, España: Aguilar.

Torodov, T. (2012). Los enemigos íntimos de la democracia. Buenos Aires, Argentina: Del Nuevo Extremo; Galaxia Gutenber.

Notas

[1] El autor, sostiene que el primer ciclo revolucionario se inicia con el Renacimiento, continua con la Reforma Protestante y termina con las dos revoluciones de fines del siglo XVII 1649 – 1688. El segundo ciclo se inicia a mediados del siglo XVIII y termina a mediados del siglo XX. y el tercer ciclo se inicia con el fin de la Segunda Guerra Mundial y continua hasta nuestros días.

[2] “Por consiguiente, estos pensadores presuponían que el ámbito de las acciones libres de los hombres debe ser limitado por la ley”.

[3] “De aquí se sigue que hay que trazar una frontera entre el ámbito de la vida privada y el de la autoridad”.

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