«Soy, por lo tanto, uno de los testigos de lo que los “jóvenes turcos” de ese entonces tenían en mente, de cómo concebimos y promovimos la ciencia política. Ahora soy un “viejo sabio” y me da gusto reflexionar, unos cincuenta años después, respecto
a dónde ha ido la ciencia política y si ha seguido el camino correcto, el que yo hubiera deseado y esperado.
Así, preguntar hoy día hacia dónde se ha estado dirigiendo la ciencia política es también preguntar si los nuevos comienzos de la disciplina en Europa Oriental debieron o no seguir el camino andado por nuestro “gran hermano”, y me refiero a la ciencia política estadounidense.
A mí también me ha absorbido de alguna manera nuestro gran hermano (ciertamente, benévolo y bien intencionado) pues tengo unos treinta años de dar clases en Estados Unidos. Permítaseme añadir que yo me he beneficiado bastante de mi contacto con Estados Unidos. Sin embargo, siempre he resistido y aún resisto su influencia. Y aprovecho esta ocasión para decir por qué no estoy a gusto con el molde estadounidense de la ciencia política actual…» (Pág. 349)
«Debo concluir. ¿Hacia dónde va la ciencia política? Según el argumento que he presentado aquí, la ciencia política estadounidense (la “ciencia normal”, pues a los académicos inteligentes siempre los ha salvado su inteligencia) no va a ningún lado. Es un gigante que sigue creciendo y tiene los pies de barro.
Acudir, para creer, a las reuniones anuales de la Asociación Estadounidense de Ciencia Política (APSA) es una experiencia de un aburrimiento sin paliativos. O leer, para creer, el ilegible y/o masivamente irrelevante American Political Science Review. La alternativa, o cuando menos, la alternativa con la que estoy de acuerdo, es resistir a la cuantificación de la disciplina. En pocas palabras, pensar antes de contar; y, también, usar la lógica al pensar.» (Pág. 354)
Tipo de documento: Ensayo