Uno de los principales adherentes a la filosofía idealista fue Francisco García Calderón (1883‑1953), de quien José Enrique Rodó expresó que fue su mejor alumno, a punto tal que le prologó en 1904 su folleto «De Litteris». Principales obras en las que García Calderón desarrolló su pensamiento fueron: «El Perú Contemporáneo» (1907); «Las Democracias Latinas de América» (1912) y la «Creación de un Continente» (1913).
El Perú Contemporáneo es una de las principales obras de Francisco García Calderón, se realizó con las categorías de análisis provenientes de la teoría sociológica predominante en la época. Avizoró un optimismo respecto de la problemática del país, quien bajo la concepción arielista trató de encontrar dentro de la supérstite institución de la postguerra, los valores de la nacionalidad que, a su juicio, nos llevarían a una situación de paz y progreso.
La realidad peruana es descrita en la citada obra por García Calderón en forma minuciosa y amena, expresa que geográficamente está bien dotada y que ofrece el más grande interés a los hombres de ciencia por su constitución geológica, la variedad de sus climas y zonas y por los vestigios de antiguas civilizaciones por doquier. (1)
Describe las tres regiones del país: costa, sierra y selva en sus características geográficas. Sus principales ciudades —apunta— tienen rasgos originales y permanentes, señalando a Trujillo, Chiclayo y el Callao entre los principales. De Lima manifiesta que es la capital en todos los aspectos: en las ideas, las actividades, las costumbres, la política y la vida. Menciona también a Arequipa, la ciudad que ha dado más políticos y juristas, al Cusco por centro de la tradición indígena y Tacna por ser cuna de la libertad.
La realidad económica a su juicio es promisoria, pues la agricultura se ha tornado científica y asociativa, y la minería tiene un potencial inagotable. La industrialización ha alcanzado notables progresos, hecho que se mide por las constantes migraciones internas hacia Lima. La legislación laboral también se ha desarrollado sobre todo en el rubro de los riesgos profesionales. Termina augurando las ventajas que tendrán para el país el ferrocarril: Paita‑Marañón; y Cerro de Pasco—Ucayali.
La realidad política, es presentada en el cuarto capítulo que lleva el nombre de «Las Fuerzas Políticas». García Calderón tiene una opinión negativa de la política que lo gobierna todo, expresando que «no tiene significación, que es indefinida, falaz, inquieta y ambiciosa, como nuestro carácter y como él, indecisa e ignorante en sus aspiraciones y marchas.»(2)
A su juicio, la política tiene tres características que se originan por la particularidad y naturaleza con el que se gestó la república, es decir: la centralización, uniformidad y legalismo; la primera alude a la concentración del poder en una sola persona en Lima, la segunda a la uniformidad con que las leyes llegan a todo el país para imponer su voluntad, y la tercera al hecho de expresarlo todo en normas legales.
Califica duramente al Estado omnipotente, las dictaduras del poder legislativo, los partidos políticos, la burocracia pública y el centralismo asfixiante que impide el desarrollo de las provincias y acentúa su pauperización.
En su obra «Las Democracias Latinas de América» trasluce una posición definida de respaldo a los gobiernos fuertes, como de Porfirio Díaz, Diego Portales, Manuel Pardo y Andrés de Santa Cruz. En esta línea, García Calderón hace un implícito reconocimiento a los intelectuales, «aristocracia de la inteligencia«, en su rol de conducción del Estado, por eso diría en el caso del Perú, que le conviene como solución a sus problemas «Una democracia con el gobierno de la oligarquía«.
El aspecto social, también es analizado convenientemente por Francisco García Calderón quien defiende al indio de la explotación y de la marginación que es objeto, cuando expresa: «que está desprotegido y que por tal razón pide en la esfera religiosa un protector laico contra el cura; y en el orden social contra el cacique dueño de la hacienda y señor feudal de la política y de la vida local«. (3)
El resurgimiento del indígena —a su juicio— debe ser producto de un plan, que respete sus tradiciones, propiedades y familia. Una sabia tutela permitirá gobernarlos óptimamente, hay que hacer del indígena —expresa— «un obrero o un soldado, provocar las migraciones locales de sus penates, de su marco monótono y deprimente; y en colegios especiales difundir el castellano formando una elite indígena que ayudaría al gobierno en su obra civilizadora«. (4)
Manifiesta también, que es negativo asimilar al indígena mediante leyes de uniformidad estéril, dentro del marco en que vive es necesario despertar en él sus antiguas virtudes de fortaleza, de disciplina y de trabajo. Hay que dar libertad a las comunidades indígenas y a su régimen de colectivismo agrario. Considera que mediante la educación militar, profesional y extensión de la lengua española se sacará a los indígenas de su letargo ancestral.
Especial interés le merece el análisis de la realidad educativa por el poder crítico y de progreso que conlleva, resalta la importancia que tienen las congregaciones religiosas en la educación de las élites. De la universidad manifiesta que tiene una tradición escolástica, renovadora y liberal en sus primeros tiempos, pero rígida y lenta en sus reformas.
Su análisis de la instrucción primaria es negativo, expresó, sin embargo, que estamos reaccionando contra el régimen de servilismo, de mediocridad educativa y de ignorancia. Incursiona en el campo de la educación femenina, lamentando que este muy atrasada. Valora la generación de Deústua, Prado, Villarán, Manzanilla y Cornejo.
La psicología nacional es presentada de manera lapidaria, el hombre peruano es caracterizado «como poco previsor, incapaz de ahorrar, apasionado por la riqueza fácil, hombre de ideas jamás de acción» expresa que cultivamos «el idealismo generoso superficial y verbal, en el que la forma es más importante que la misma idea» a este idealismo se añade «la incapacidad de contemplar la realidad total en el integro de sus formas, a fin de llegar a una síntesis«…»No tenemos el sentido pausado y organizado de la realidad: Rutina o utopía son los extremos lógicos de nuestro carácter . La síntesis de nuestro carácter se resume en: rol primario de la inteligencia, culto al decoro en el estilo y en la vida; plutocracia excesiva y deprimente”. (5)