La evolución de la participación política ha ido de menos a más en un sentido de mayor acercamiento a la decisión política de las autoridades. El entendimiento de este desarrollo nos permitirá aclarar muchas cosas, sobre todo el porqué de la aparición (cada vez en mayor número) de colectivos y redes sociales.
No retrocederemos aquí hasta los tiempos de la antigua Grecia porque ya es bien conocido que su democracia no era igual a la de los tiempos modernos, y tratar ambas en un mismo escrito es hablar de homonimia más no de homología. Así que el tema será tratado dentro del sistema democrático actual: la democracia liberal.
El sufragio
Una vez que los hombres se dieron cuenta que el poder político no debía residir en un solo hombre y que además éste no podría tener un origen divino, se llegó a la solución de crear una institución que represente el interés de la nación: se crea el Parlamento.
Aunque en un primer momento el voto no era universal sino censatario (de acuerdo a la cantidad de riqueza que uno poseía tenía el derecho de votar), la necesidad Misma que tuvieron los primeros parlamentarios de representar realmente la voluntad popular mayoritaria lleva a universalizar el voto. Y aquí empieza el primer mecanismo moderno que se le ofrece al ciudadano para participar en los asuntos públicos. El derecho de sufragio se convierte en la forma de participación política que le permite al ciudadano elegir a sus autoridades.
Sin embargo, los candidatos a ocupar los cargos públicos postulaban a través de partidos políticos de cuadros, es decir, partidos conformados por un grupo de notables, aristócratas, y no les interesaba conformar una base popular y, por lo tanto, la gran mayoría de ciudadanos no formaban parte de estos partidos políticos. Aquí el interés era obtener el voto del ciudadano para el partido y no que el ciudadano forme parte del partido. Entonces, podemos decir que la participación política en este primer momento se limitaba a elegir a los que tomarían las decisiones.
Partidos políticos de masas
Ya a mediados del siglo XIX los ciudadanos no deseaban limitarse a elegir a los tomadores de decisiones, sino que buscaban influir sobre las decisiones. Para ello era necesario que se instaure una serie de derechos y, sobre todo, se respete el derecho de reunión y el de libertad de expresión; el derecho de manifestación y el de asociación. Aparecen los partidos políticos de masas.
Este tipo de partidos comienzan a buscar su legitimación basándose en el número de ciudadanos que formaban parte de él: a mayor número de militantes, mayor legitimidad. Esa era su lógica. El gran impacto que causó esta aparición en la participación política fue enorme. Miles y millones de personas se dirigían, reunían, debatían en un local partidario y elegían dirigentes.
Se esperaba o pensaba que, si se formaba parte de un partido político, se elegía a los dirigentes que luego serían candidatos y, quizá después éstos se convertían en autoridad, entonces se influiría en las decisiones públicas ya que tanto el ciudadano como los gobernantes o parlamentarios serían parte de un mismo partido y estos últimos escucharían a sus bases. La desilusión no tardó en llegar.
Avanza la participación
Hombres y mujeres empezaron a darse cuenta que los partidos políticos de masas se iban convirtiendo cada vez más en instituciones oligárquicas, donde los altos dirigentes dejaron de tener un interés verdadero por la opinión de sus militantes y sólo escuchaban y atendían los suyos propios. La verticalidad era evidente dentro de estas instituciones y, al final, la participación de las grandes mayorías influía poco (si es que nada) en las decisiones políticas ya no sólo de las autoridades sino también de sus propios dirigentes. Esta crisis de los partidos políticos llevó a una crisis de la democracia y empezó a amenazarla.
Debido a esta desconexión entre militantes y dirigentes que derivó a una desvinculación ciudadano- autoridad, comienzan a instaurarse una serie de mecanismos que permiten al ciudadano tomar la decisión. Aparecen el referéndum, la iniciativa legislativa popular y la revocatoria con la intención de conocer la opinión y el sentir ciudadano de una manera directa.
Aun cuando se podría decir que hay instituciones antiguas como el plebiscito que cumplen la misma función, es necesario recordar que este lo utilizaron mayormente los gobiernos dictatoriales como un instrumento para ratificar de una manera populista liderazgos personales (ejemplo Napoleón Bonaparte).
Sin embargo, en el caso del referéndum que es la institución más extendida y defendida a nivel mundial, podemos decir que no es una participación auto activa, ¿porqué? Porque simplemente tendríamos que preguntarnos ¿y quién propone los temas que se someterán a votación? Pues las autoridades. Además, en la discusión previa no intervienen los ciudadanos, sino que ellos la observan a través de los medios, son parte pasiva. Este tipo de instituciones al final nos muestran una participación de individuos aislados, no de participantes interrelacionados.
Los colectivos y redes sociales
La participación política se entiende cada vez más como un acto en el cual se toma parte personalmente y por voluntad propia que tiene como contraparte la autoridad política. Comienza en a la última década del siglo XX ha dejarse de considerar como participación política sustancial las formas anteriormente desarrolladas por las limitaciones que suponen.
Así pues, hacen su aparición los colectivos civiles y otras formas de organización que buscan que los individuos participen activamente en los asuntos públicos.
Su aparición se muestra como una alternativa a la organización partidaria (aunque no nacen negando que deban existir los partidos políticos); pero sí surgen criticando la forma en que éstos y las instituciones ya instauradas articulan las demandas y ejercen el poder. Tampoco pretenden que desaparezca el poder, pero se consideran al margen de él.
Aquí la participación política se especializa, cada colectivo o red civil se especializa en un tema y, sobre todo, dentro de su organización el individuo forma parte de una estructura donde el proceso de toma de decisiones es horizontal, donde todos deben o al menos pueden decidir, sobre todo. La participación adquiere mayor autenticidad.
Como hemos podido observar en este breve y general repaso de la evolución de la participación política, los ciudadanos han ido buscando cada vez más una participación más activa, auténtica y efectiva para resolver sus necesidades y defender sus intereses. En un primer momento se limitó a elegir a los que tomaban la decisión; luego pasó a tratar de influir en la decisión; posteriormente buscó tomar la decisión y al poco tiempo reforzar este último avance creando unas formas de organización horizontales en el proceso de toma decisiones.
Nosotros, ciudadanos de hoy, hemos heredado estas formas de participación política que con mucho sacrificio y lucha han logrado establecer los hombres de ayer. Ahora de nosotros depende la forma en que decidamos participar: de forma pasiva con el acto de votar o de manera activa para el bien de nuestra sociedad.