Las demandas significan la manifestación de los desequilibrios sociales, que exigen del sistema político una reacción o respuesta, son una forma en que se manifiestan los sistemas abiertos en su interacción y dinámica, lo que hace del proceso político uno de tipo dinámico, ya que siempre los sistemas políticos están expuestos en mayor o menor medida a estos apremios y la creencia de un equilibrio estático es falaz, “en síntesis, el concepto equilibrio es incapaz de describir un ámbito importante de fenómenos dinámicos, y no puede fijar la trayectoria temporal que seguirá el cambio sustancial”. [13]
Si observamos el esquema de Almond y Powell, inmediatamente nos damos cuenta por qué los sistemas políticos son abiertos y la cualidad específica que poseen, pues se les exige regular el funcionamiento del medio ambiente, de los otros sistemas sociales y de sí mismo.
Los apoyos, en tanto, permiten al sistema político extraer, regular y distribuir, por lo tanto, llevar a cabo sus objetivos, pues sirven como aportes para sustentar y mantener al sistema, y como un paliativo a las demandas que se le hacen.
Las ayudas son: 1) ayudas materiales; 2) obediencia a la ley y las normas; 3) Las ayudas mediante la participación política: que es el ejercicio del voto, la discusión y todos los mecanismos de participación; 4) Las ayudas de atención prestadas a las comunicaciones, manifestaciones de respeto, deferencia a la autoridad pública, a los símbolos y las ceremonias.
Tabla 2: Tipos de insumos = Las demandas
Finalmente, para concluir con este esbozo, debemos considerar cómo se procesan los insumos (demandas y ayudas) y se convierten en los productos o respuestas que un sistema político emite realimentando el proceso.
La transformación de las demandas y las ayudas es la capacidad que tienen el sistema político para responder a los requerimientos internos y externos, y ofrecer respuestas o productos marcadas por el sello de la decisión cargadas de autoridad.
Es decir, nos referimos a la capacidad de respuesta de los sistemas políticos, éstos como insinuamos reciben un sinnúmero de demandas de diferentes entes sociales, que deben ser canalizadas, filtradas y reguladas, ya que configuran indudablemente la capacidad de supervivencia y persistencia de este y de su efectividad como regulador social.
Como bien sintetiza Lapierre, toda demanda política surge de alguna disfunción que los sistemas sociales no pueden resolver con sus capacidades de autorregulación y auto—sostenimiento, por lo que sugiere que el análisis de estas categorías consistiría en averiguar las causas de los desfases y de las tensiones surgidas.
Al referirse a los aspectos funcionales de los sistemas políticos, —Almond y Powell— encuentran que deberíamos referirnos a tres niveles: La capacidad del sistema; los procesos de conversión o transformación; la función de mantenimiento y adaptación.
1.3.1 La capacidad del sistema
Está relacionado a cómo funciona una unidad en conexión con los otros sistemas sociales y con su medio, se trata de observar el comportamiento global del sistema en su entorno; una observación aceptable, es la referida a la distinción entre los recursos y apremios de los sistemas políticos, por cuanto: “el conjunto de la demanda define el campo de lo deseable. El conjunto de los recursos y de los apremios define el campo de lo posible”. [14]
El primero, es el conjunto de posibilidades materiales, morales, humanas y de información que un sistema político está en capacidad de utilizar en un momento determinado; mientras que los apremios, se refieren a las limitaciones inherentes de los sistemas políticos sean permanentes o momentáneas, tanto los recursos y apremios están vinculados íntimamente a su capacidad, por lo que existe una relación directa entre las demandas y los recursos, pues nos dará la pauta de las limitaciones a que es sometido.
Los sistemas políticos manifiestan cuatro capacidades que se refieren a los flujos de información manifestadas como actividades orientadas hacia el interior y el exterior, que son: a) capacidad reguladora; b) capacidad extractiva; c) capacidad distributiva, y; d) capacidad de respuesta.
Almond y Powell afirman que la mayoría de los sistemas políticos tienen las capacidades extractivas y regulativas, y aunque los recursos que obtiene el sistema político no se extraen de él, indican la interrelación que existen entre los sistemas sociales en general, porque de éstos últimos se extraen los recursos en general.
Así para citar dos casos, del sistema económico se extraen en formas de impuestos el dinero necesario para realizar las tareas propias del sistema político, del sistema social se reclutan a las personas que ejercerán los roles políticos, el personal administrativo y para la defensa.
1.3.2 Los procesos de conversión o transformación
Tienen que ver con lo que acontece dentro del sistema y se refiere a los mecanismos mediante los cuales el sistema político transforma los insumos en productos, es decir, es el proceso que incluye la transformación de los insumos (demandas y los apoyos) en decisiones dotadas de autoridad y que luego son aplicadas. [15]
Este proceso de transformación puede ser analizado aplicando un esquema funcional de seis partes: a) son formuladas las demandas o la articulación de intereses; b) se combinan esos intereses; c) formulación de reglas dotadas de autoridad (formación de leyes); d) aplicación de leyes o normas; e) adjudicación de las reglas o leyes; f) comunicación de estas reglas y leyes.
Las demandas dentro del sistema político sufren tres procesos: 1) filtrado; 2) regulación, y 3) reducción, que a la vez se subdivide en selección, prioridad y combinación de intereses, que como es evidente incluye la articulación y combinación.
Estos procesos se producen a través de la opinión pública, los grupos de presión, el gobierno, los líderes de opinión, las organizaciones políticas y los medios de comunicación; y aunque éste último necesariamente no es parte del sistema político debemos considerarlo ya que ha llegado de reemplazar en algunas funciones a otras estructuras políticas.
Pero las demandas no sólo se filtran, se regulan y reducen en el ámbito político; también en el ámbito socio—cultural del sistema social, ya que éstas deben estar enmarcadas dentro de los patrones de creencias y normas socialmente aceptadas, “cada sistema crea restricciones culturales que contribuyen a limitar el número de demandas en el comienzo mismo de su evolución, cuando empiezan a formarse a partir de lo que son todavía exigencias, aspiraciones o deseos no políticos”. [16]
Por ejemplo, sería imposible que en la actualidad ingrese en la discusión pública una propuesta legislativa que permita la eutanasia, cuando la sociedad la considera en su mayoría como un asesinato; en la eventualidad de que la creencia social sobre el asunto cambie siendo permisiva y que de esa situación se propicie una corriente de opinión es que recién entrará en el debate público y podrá ser discutido.