Por Alan García Pérez
Así pues, hay muchos recursos sin uso que no son transables, que no reciben inversión y que no generan trabajo. Y todo ello por el tabú de ideologías superadas, por ociosidad, por indolencia o por la ley del perro del hortelano que reza: «Si no lo hago yo que no lo haga nadie».
Cada uno de nosotros sufre algo de lo que he llamado «síndrome del perro del hortelano». Muchas veces el Estado, las instituciones y las personas padecen de «patrimonialismo». Es decir, de la voluntad de no ceder ningún espacio y reservar para sí, para el ministerio o para la empresa, todas las funciones, los trámites y las decisiones.
Tipo de documento: Artículo