Daniel Chasquetti, autor de esta ponencia, luego de hacer un recorrido por las diversas corrientes institucionales que analizan los presidencialismos latinoamericanos y de las preferencias valorativas de algunos autores al proponer el parlamentarismo, como salida de la situación de inestabilidad política de la región, plantea la cuestión de replantear el tema del presidencialismo.
Al respecto sostiene que, no todos los presidencialismos son iguales, y que el principal hilo conductor para establecer la distinción es el sistema de partidos, específicamente el número de partidos que lo conforman.
En esa dirección sostiene que, de esas dos variables, se pueden encontrar algunos modelos de presidencialismo lo suficientemente distintos, que posibilitan establecer las diferencias propuestas. Así sostiene, que no es lo mismo un régimen presidencial con un multipartidismo extremo de un régimen presidencial con un formato bipartidista.
Entre esos dos extremos, el autor sostiene, que los académicos que han criticado a un tipo específico de presidencialismo y que autores como Linz, han expresado aquellas variables que más se ven vulnerables cuando se combina presidencialismo y multipartidismo extremo. Ya que, en esas circunstancias, pueden observarse hechos como la doble legitimidad entre ejecutivo legislativo, la lógica del juego de suma cero, el estilo autoritario, o la lentitud de los presidencialismos para adaptarse a los cambios en las preferencias de los electores y su oportuna expresión en el sistema de representación política.
Además, sostiene que Shugart y Care provocan un giró en el debate teórico, al hacer evidente estas distinciones que no se mostraron en los estudios iniciales, por lo que se introdujeron propuestas algo moderadas en el debate entre presidencialismo y/o parlamentarismo.
Chasquetti intenta demostrar que: “los presidencialismos multipartidistas gobernados por coaliciones mayoritarias son formatos político—institucionales eficaces para el mantenimiento de la estabilidad democrática” … y que, “los presidencialismos multipartidistas sin coaliciones de gobierno son los verdaderamente problemáticos”.
Luego de describir los planteamientos de Duverger, Lipset y Lijphart, concluye que, en los últimos cincuenta años de debate teórico, dio como resultados las siguientes combinaciones institucionales para la democracia:
- La democracia parlamentaria o presidencial es estable cuando se combina con sistemas bipartidistas;
- La democracia parlamentaria es estable cuando se combina con sistemas multipartidistas;
- La democracia semi-presidenciales es estable cualquiera sea el sistema de partidos con el que se combina;
- La democracia presidencial no es estable cuando se combina con sistemas multipartidistas.
Para todos los casos encuentra evidencia empírica en países de Europa, Estados Unidos y América Latina. Vuelve a discutir las propuestas de Mainwaring y Shugart y sostiene que la tesis del primero mantiene validez si se considera únicamente a los sistemas multipartidarios donde los presidentes no desarrollan estrategias de cooperación, lo que podría describirse como: “el sistema de gobierno presidencial combinado con un multipartidismo sin coaliciones”.
Para demostrar sus apreciaciones Chasquetti propone un marco conceptual sobre la base de 3 variables: a) el modo o modalidad de gobierno; b) la estabilidad del sistema en función a la no caída del presidente o del legislativo en función al período de gobierno que la constitución le confiere; y c) la combinación institucional entre régimen político y sistema de partidos, por lo que, asume como factor de variación el sistema de partidos. Hace una exposición detallada de sus hallazgos y propone 4 conclusiones que pueden resumirse así:
- La combinación del presidencialismo y multipartidismo es una combinación político-institucional apta para la democracia, siempre y cuando sus presidentes sean capaces de conformar coaliciones de gobierno de carácter mayoritario.
- Los multipartidismos extremos (+ de 4 partidos) son más complicados para la democracia que los multipartidismos moderados.
- Los regímenes de gobierno presidencial también pueden incentivar las coaliciones.
- Se deben hacer estudios comparativos de mayor profundidad para aventurar juicios más contundentes.
Comentario
La primera observación que podría hacerse es respecto del número efectivo de partidos, para el caso del Perú, para el período 1980 1985 y 1985 — 1990, los considera como sistemas de partidos bipartidistas. Es realmente, imposible colocar en esa categoría al Perú de aquella época. El sistema de partidos tiene la tendencia de multipartidismo moderado a extremo, y específicamente en aquella época podemos afirmar que era un sistema de multipartidismo moderado, con partidos antisistema y altamente fragmentado.
Asimismo, llama la atención que, en las variables consideradas, específicamente en el sistema de partidos, no se tomara en cuenta las siguientes claves conceptuales:
- La distancia ideológica entre ellos;
- Sus pautas de interacción;
- Su relación con la sociedad y con los grupos sociales; y,
- Su actitud frente al sistema político.
Si bien se menciona la distancia ideológica en la ponencia, no se hace explícita la relación y efecto que puede tener ésta en la conformación de alianzas electorales o de gobierno; porque no solamente cuenta la cantidad de partidos existente, sino, es muy importante si dicha distancia es muy extrema o inclusiva, pues sólo en esa medida es que habría probabilidad de configurar un gobierno compartido. Asimismo, las pautas de interacción implican, qué tipo de relaciones han establecido en el pasado común, cuando éstos tenían diferente relación al poder y su ejercicio. No es lo mismo, haberse relacionado políticamente, sobre la base de una oposición absoluta a una oposición moderada, y esto forma parte no solo de la cultura política de las elites, sino que marca distancias emocionales entre sus miembros.
Otra variable, que se ha omitido a mi juicio, es la relación con la sociedad y con los grupos sociales. La razón, no es lo mismo partidos multiclasistas y de intereses diversos a partidos monoclasistas. Además, las capacidades de articulación y expresión de demandas son o no reflejadas en los partidos integrantes del sistema y finalmente, la actitud frente al sistema político en general y su respeto o no a las reglas de juego establecidas son vitales.
Por ejemplo, tenemos casos, como Acción Popular o el Partido Aprista, en la que sus líderes políticos han planteado una ruptura del régimen constitucional ante situaciones tales como perder una elección o hacer caer un gobierno en ejercicio por el bloqueo de sus atribuciones.
Y estos factores cuentan para la conformación de alianzas de gobierno, pues son factores que rodean las negociaciones no solamente por cargos, privilegios y posibles ventajas y costos de asumir el gobierno.
Asimismo, tal como lo expresa Sartori es criticable que se empleen términos de los sistemas parlamentarios para analizar los sistemas presidenciales. El caso es la palabra “coalición” las colaciones sólo se conocen en los regímenes parlamentarios y tienen una conceptualización muy específica y comprensible en dichos sistemas.
En tanto, en los sistemas presidenciales no pueden formarse coaliciones sino alianzas de gobierno. La diferencia vital es que las coaliciones se forman al interior del parlamento para formar gobierno y en esa medida, los miembros de dichos partidos son responsables ante el parlamento y caen si éste le censura o renuncian.
Mientras que, en el sistema presidencial, el acuerdo no se realiza al interior o en relación con un poder de estado, sino fuera de ese marco, no obliga a sus miembros y su disolución no acarrea consecuencias directas sobre ellos; además que las alianzas de gobierno son más volátiles, si se las compara con las coaliciones de gobierno, porque por sí mismas, estas últimas obligan a elegir un nuevo gobierno o llamar a elecciones.