Definiendo lo político: Carl Schmitt y Hannah Arendt. Hay formas distintas de pensar, definir e interrogar “lo político”, con consecuencias importantes para el objeto y objetivo del análisis.
Carl Schmitt como Hannah Arendt son personas de su tiempo, y discursan la política y lo política de las experiencias vividas y de sus perspectivas ideo-filosóficas propias, por lo que, en ese sentido, es oportuno, precisar que sus concepciones pueden tomar “interpretaciones nuevas” e incluso divergentes con el paso del tiempo. Por lo que resulta de importancia poner en contextos sus análisis.
Asimismo, es preciso establecer que lo que hacen está más orientado a la filosofía que a lo que entendemos ahora como ciencia política. Evidente, sus propuestas, han tenido mucho impacto, en el desarrollo de la política como acción o como práctica, puesto que, de sus categorías analíticas, fluyen críticas al devenir de la historia cada uno de su tiempo.
Definiendo lo político
Carl Schmitt defino lo político a partir de su crítica del estado liberal construidas sobre la base de las teorías contractualistas e iusnaturalistas, así como a la experiencia de la constitución de Weimar.
Para Schmitt lo político es definido como una relación dicotómica (amigo—enemigo) donde los matices entre ambos extremos simplemente no existen. Es sobre la base de esa relación que, para el autor lo político es llanamente el desarrollo de la relación dicotómica agonal o conflictiva de la política en el espacio público. Relación dicotómica agonal entre amigo-enemigo.
Por su parte, Hannah Arendt construye su concepción de lo político a través de la concepción griega de la vida en la que sus miembros comparten un espíritu común respecto de la polis [1] y la trascendencia humana.
Para Arendt lo político es definido también como una relación entre el discurso y la acción, las mismas que permiten evidenciar la condición humana vista como trascendencia histórica.
Arendt sostiene que la esfera política (pública) surge del actuar juntos (comunidad) que comparten palabras y actos para la construcción de una historia común. Sólo en la esfera pública se podía ejercer la libertad, pues sus miembros tenían igualdad de condiciones y en dónde la persuasión (discurso) precedía a la acción, mas no, la coacción.
De allí, la crítica de Arendt a la sociedad moderna, pues la nueva “libertad” no permitía esa asociación primigenia con la igualdad, sino que, por el contrario, la libertad moderna, permite la desigualdad, la exclusión y la marginalidad.
Arendt, arremete en ese sentido, contra la posibilidad de que las personas puedan desarrollar su capacidad política, ya que la libertad y la igualdad de la que ahora gozan, desarrolladas en el espacio de la sociedad y no en la polis, les imposibilita la trascendencia de su propia humanidad, y lo más grave, construir un espacio público de deliberación = lo político.
Semejanzas
Ambos autores, sobre la base de sus premisas conceptuales, confluyen en un aspecto esencial, la naturaleza y ejercicio del poder político. Schmitt al plantear la naturaleza agonal de lo político y Arendt la condición humana, ponen en evidencia que, el ejercicio del poder político sólo es posible en las agrupaciones humanas.
Por ejemplo, en el caso de Schmitt es el Estado que controla todos los demás ámbitos de desarrollo humano (religión, educación, economía, etc.), ya que el pueblo (todos) son miembros (amigos) y que, los enemigos (internos y externos) deben diferenciarse, combatidos y eliminados.
En ese sentido, el poder político que reside en el Estado es atributo de la nación, cuyos miembros están sometidos al interés superior de este.
Por su parte, Arendt sostiene que la comunidad política surgida del discurso y la acción es fuente del poder y que esta puede socavarse allí donde discurso y acción se han separado. Por ello sostiene que el único factor material del poder es el “vivir unido del pueblo”, por tanto, el poder se convierte también en el factor aglutinador, unificador del pueblo.
Arendt afirma que el poder mantiene la existencia de la esfera pública, por lo que el poder político surge cuando las personas se mantienen juntas y desaparece cuando estos se dispersan.
Ambos autores ponen de relieve el papel del “pueblo” como totalidad, que se convierte en ambos casos fuente del poder político de la organización como tal, sea Estado, nación, comunidad, etc.
Ambos enfoques dan primacía a lo político como eje central la existencia humana. Para Schmitt, lo político es abarcador de todas las otras esferas humanas, las mismas que pueden ser la fuente de los conflictos, politizándose para ser fuente que genera el enfrentamiento y por ende desencadenar la decisión propia de la esfera política.
Para Arendt, lo político le da forma a la vida en la comunidad, su existencia es posible en esa esfera, por lo que allí las personas pueden trascender, pues es fruto de la acción colectiva, y es a partir de allí que las otras esferas humanas pueden evidenciarse como el espacio de la labor y el trabajo.
Diferencias
Sobre los ejes analizados en el apartado anterior, ambos autores también expresan diferencias conceptuales básicas.
Para Schmitt el poder político es también la capacidad de ejercer la violencia, puesto que en su espacio sólo cabe el conflicto.
Schmitt aclara que la violencia no es una consecuencia de todo conflicto interno o externo, pero es un camino posible, en virtud de la amenaza hacia el Estado. Por ello dice que la guerra no es objetivo, ni contenido de la política, pero si posibilidad que genera una decisión política.
En resumen, el ejercicio del poder político en un escenario de conflicto tiene como posibilidad el aniquilar al enemigo a través del ejercicio de la violencia.
Para Arendt, la violencia o el ejercicio de la fuerza no es producto de lo político, sino todo lo contrario. La autora afirma que la violencia nunca puede convertirse en sustituto del poder, aunque sí puede destruirlo.
El poder con violencia deriva en tiranía, la misma que contradice la condición humana del poder político como forma de transcendencia, pues impide que las personas hablen y actúen juntas (discurso y acción). La violencia, se convierte así no en un instrumento del poder, sino el factor que lo aniquila.