¿De qué hablamos cuando hablamos de comunicación política?

«El título del artículo puede provocar sorpresa en unos lectores, desánimo en otros, y -nunca hay que
descartarlo del todo-, curiosidad en un tercer tipo de lectores, que pueden llegar a interesarse por el
pensamiento del autor.

Los primeros tal vez aborden la lectura con cierto escepticismo inicial, que podrá reducirse en la segunda o tercera página. Los segundos es posible que se pregunten de qué habla el articulista, cuando empieza -como un borracho- por preguntarse de qué habla.

¿Qué les pasará a los terceros? No es improbable que encuentren en la pregunta inicial algo que es menos una derrota que una apuesta rica heurísticamente, y menos una anécdota que una categoría.
Para conquistar a los tres públicos desde las primeras líneas, mejor que hacer promesas grandilocuentes – podrían quedar defraudadas al terminar la lectura-, será partir de un planteamiento más modesto: proponer un esquema -un mapa del territorio que el autor invita a recorrer-, decir de qué se habla -demostrar que el autor lo sabe, o simular que lo tiene claro, y que, al final del artículo, cada uno decida-, establecer el estatuto ontológico de eso de que se habla, explicar sus límites y sus posibilidades, y sentar o proponer algún tipo de conclusión a propósito de las reflexiones propuestas.

El mapa contempla las siguientes categorías relevantes, y remite los detalles al desarrollo del artículo: qué entendemos por comunicación política -qué es, en relación con la política-, cuál es su estatuto, qué lugar ocupa en nuestra sociedad, qué tipo de relato propone, qué juegos nos impone, y qué forma de cultura política propicia, todo lo cual admite la siguiente síntesis.

Como punto de partida parecen suficientes estas líneas, que nos permiten entrar en el campo fenomenológico de la comunicación política, sin otro impuesto, otro peaje ni otra aduana que la atención al orden categorial propuesto.

En las siguientes páginas el lector encontrará brevedad y síntesis, detrás de las cuales hay muchos años de investigación en la comunicación política, algunas experiencias prácticas en asesoramiento político y electoral, un par de libros en los que se recoge parte de la reflexión iniciada al hilo de esas experiencias 1, y el precipitado académico de todo lo anterior: la fundación de la asignatura Comunicación Política, como seminario primero (1974), curso de doctorado después (1981), y, finalmente, asignatura de la carrera, en los nuevos planes de estudio (1995).

La comunicación política no es la política, no se identifica con ella, enunciado que, en estas páginas, tendrá que soportar la convivencia con este otro: política y comunicación son consustanciales. No todas las transacciones políticas son reducibles a términos y categorías de comunicación, pero muchas de ellas no llegan a buen puerto sin el recurso a la comunicación. La comunicación política no es la política, pero la política -parte considerable de ella- es, o se produce, en la comunicación política» (Pág. 1-2)

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