Coplas del payador perseguido

Con su permiso voy a entregar, aunque no soy convidao, pero en mis pago un asado no es de naides y es de todo, yo voy a cantar a mi modo después que haya churrasqueao. Yo sé que muchos dirán que peco de atrevimiento, si largo mi pensamiento pal rumbo que ya elegí, pero… siempre he sido así, galopiador contra el viento.

La sangre tiene razones que hacen engordar las venas, pena sobre pena y pena hacen que uno pegue el grito, la arena es un puñadito, pero hay montaaaañas de arena.

No sé, si mi canto es lindo o si saldrá medio triste, nunca fui zorzal ni existe, plumaje más ordinario, yo soy pájaro corsario que no conoce el alpiste. Vuelo porque no me arrastro, que el arrastrarse es la ruina, anido en árbol de espina lo mesmo que, en cordillera, sin escuchar las sonseras del que vuela a lo gallina. No me arrimo así nomás, a los jardines floridos, sin querer vivo advertido, pa’ no pisar el palito, hay pájaros que solitos se entrampan por presumidos.

Aunque mucho he traqueteado, no me engrilla la prudencia, es una falsa experiencia, vivir temblándole a todo, cada cual tiene su modo, la rebelión es mi ciencia. Yo soy de los del montón, no soy flor de invernadero, igual que el trébol campero, crezco sin hacer barullo, me apreto contra los yuyos, y así lo aguanto al pampero.

Acostumbrado a las sierras, yo nunca me sé marear, y si me siento alabar, me voy yendo despacito, pero aquel que es compadrito, paga pa’ hacerse nombrar. Si me dicen «señor», agradezco el homenaje, más soy gaucho entre el gauchaje y soy nadie entre los sabios y son para mí los agravios que le hagan al paisanaje.

La vanidad es yuyo malo que envenena toda huerta, es preciso estar alerta, manejando el asadón, pero no falta el varón, que la riega hasta en su puerta.

El trabajo es cosa buena, es lo mejor de la vida, pero la vida es perdida trabajando en campo ajeno, unos trabajan de trueno y es pa’ otros la llovida. El estanciero presume de gauchismo y arrogancia, él cree que es extravagancia que su pión viva mejor, más no sabe ese señor que por su pión tiene estancia. El que tenga sus reales, hace muy bien en cuidarlos, pero si quiere aumentarlos que a la ley no se haga el sordo, que, en todo puchero gordo, los choclos se vuelven margos.

Yo vengo de muy abajo y muy arriba no estoy, al pobre mi canto doy y así lo paso contento, porque estoy en mi elemento y ahí valgo por lo que soy. Cantor que cante a los pobres, ni muerto se ha de callar, pues ande vaya a parar el canto de ese cristiano, no ha de faltar el paisano que lo haga resucitar.

Si alguna vuelta he cantado, ante panzudos patrones, he picaneado las razones profundas del pobrerío, yo no traiciono a los míos por palmas ni patacones. Si uno canta coplas de amor, de potros de domador, del cielo y las estrellas, dicen: «que cosa más bella, si canta que es un primor». Pero si uno como fierro por ahí se larga opinando, el pobre se va acercando con las orejas alertas y el rico bicha la puerta y se aleja reculando.

Tal vez, alguien haya rodado, tanto como rodé yo, pero le juro, créamelo que vi tanta pobreza, que yo pensé con tristeza: «Dios por aquí y no paso». Nadie podrá señalarme que canto por amargao, si he pasado las que he pasado, quiero servir de advertencia, el rodar no será ciencia, pero tampoco es pecado.

Amigos voy a dejarlos, está mi parte cumplida, es la forma preferida de una milonga pampeana, canté de manera llana ciertas cosas de la vida. Ahora me voy no sé a dónde, Pa’ mi todo rumbo es bueno, los campos con ser ajenos los cruzo de un galopito, guarida no necesito, yo se dormir al sereno.

Y aunque me quiten la vida o engrillen mi libertad, o, aunque chamusquen quizá, mi guitarra en los fogones, han de vivir mis canciones, en el alma de los demás. No me nuembren que es pecao y no comenten mis trinos, yo me voy con mi destino pal lao donde sol se pierde, tal vez alguno se acuerde, que aquí canto un argentino.

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