Modernización, crisis, desarrollo, cambio y equilibrio son conceptos comprendidos de manera diferente por las diversas ciencias sociales, dando como resultado una confusión conceptual que intentaremos descifrar o corregir al comprender sus alcances y limitaciones.
Ejemplificando, podemos mencionar que tales términos tienen distinto alcance conceptual si se utiliza la Economía, la Sociología, la Antropología o la Ciencia Política —por citar algunos casos—. Asimismo, dichos presupuestos terminológicos pueden convertirse en cosmovisiones ideológicas que intenten explicar y justificar una situación dada, y perder así, su utilidad descriptiva y explicativa, inicialmente concebida por algunas de las disciplinas sociales.
En tal sentido, me permito realizar un breve barrido conceptual para precisar el alcance y significado con que quiero usar estas palabras. Sólo así podremos entendernos —espero— de una manera general, y no caer en discusiones innecesarias al estirar los conceptos más allá de un significado singular o totalizador.
Trataré dos aspectos relevantes desde mi perspectiva. Primero, el problema de la conceptualización, pues las modernizaciones tienen bases conceptuales divergentes; y, en segundo lugar, haremos una descripción de algunos presupuestos teóricos de los enfoques de la modernización.
El problema de la conceptualización
La corriente sobre modernización no es nueva, pues desde la década de los 50 incluso ya se trataba sobre la materia. El eje central de la discusión académica busca comprender cómo, porqué y qué condiciones son necesarias para que los sistemas sociales pasen por procesos de transformaciones [1] hacia situaciones distintas a las preexistentes en un período de tiempo; y si ellos son similares a toda sociedad o particularmente persistente en alguna de ellas.
La idea generalizada, era comprender si las transformaciones ocurridas en el mundo occidental, pasando de una sociedad tradicional a una industrial serían similares en sociedades diferentes y qué cambios son recurrentes cuando se desencadena el proceso.
Tanto la Economía, la Sociología, la Antropología y la Ciencia Política, entre otras han tocado el tema de la modernización como proceso desde las ópticas y corrientes propias de su especialidad. Evidentemente han enriquecido la problemático, pero, paralelamente la han hecho más compleja.
Por ejemplo, modernización, cambio y equilibrio tratan de describirnos escenarios conceptuales que expliquen la complejidad del todo social, pero en muchos aspectos y circunstancias hemos caídos en comprensiones elementales que facilitan nuestro entendimiento inicial, pero que a la largo nos pone un velo de dificultad.
Por ejemplo, el concepto de «cambio» para North [2] significa la manera en que se crean las instituciones y la forma en que se modifican y destruyen con el paso del tiempo. El problema radica en la connotación que le damos a la palabra, pues en política expresa una valoración y esperanza positiva sobre una situación preexistente, y en tal sentido, viene a nuestras mentes cargada de valor.
Se podrá decir, sí, pero todas las palabras tienen ese riesgo. —Respondo— es cierto, por tanto, debemos recordar que, al analizar, las herramientas conceptuales deben estar provistas de precisión, evitando la vaguedad interpretativa.
Algo similar ocurre con la palabra crisis. En sentido inverso, evoca una situación desfavorable o perjudicial. Por ejemplo, Bobbio nos dice al respecto: “Prefiero hablar de transformación más bien que de crisis, porque “crisis” hace pensar en un colapso inminente.” [3]
Quizá la denominada “crisis” no sea sino reflejo de una falsa idealización sobre el funcionamiento real de los sistemas sociales en general, y la visión de lo que aspiramos a realizar. Los teóricos políticos clásicos, eran sobre todo filósofos que visualizaban la manera cómo debían —ojo— debían funcionar las instituciones.
Por tanto, al describir sus propias instituciones lo hacían con propósitos prescriptivos —debe ser— y no con propósitos empíricos —como son—. Para mí ahí radica la cuestión inicial, porque podríamos estar encontrando problemas en donde sólo están ocurriendo transformaciones evidentemente descriptibles, explicables y —por qué no— predecibles en un sentido débil del término.
Se podrá argumentar que el debe ser nos pone una mira o señal hacia dónde deberíamos llegar. Respondo es cierto, pero por tal razón no podemos caer en confundir nuestras aspiraciones y deseos con el funcionamiento de los sistemas sociales.
Y peor aún, creer que tal distancia es manifestación de problemas, pues evidentemente en uno y otro lado existen una serie de matices que se pueden ir perfeccionando, justamente con el conocimiento y tecnología disponible, pero precisando su alcance y limitaciones temporales.
Quiero referirme al tema del equilibrio. Podría pensarse que el equilibrio no tiene cabida en la modernización, y es posible que tengan razón. Pero, quiero exponerles las razones por las cuales incluyo esta categoría analítica.
En la idea inicial de crisis subyace el de equilibrio. Resulta que tal como les planteo la cuestión, para muchos filósofos y analistas el equilibrio expresa un estado ideal en que se encontraría una institución o sistema, pues inicialmente viene a nuestra mente una situación de estabilidad o de orden.
En diversas etapas de la historia, han persistido temas comunes, construidos sobre la base del cambio hasta la revolución por un lado (crisis) y por la otra estabilidad o conservación de la situación preexistente (equilibrio) [4]. Basta con recordar que Aristóteles cuando plantea como el mejor régimen político el mixto. Sabine lo interpreta así: “La característica distintiva de este mejor estado posible en la práctica consiste en que es una forma mixta de gobierno en la que se combinan prudentemente la oligarquía y la democracia”. [5]
La cuestión fundamental radica en la concepción que se tiene del equilibrio, porque puede apuntarse a tres (3) direcciones interpretativas:
- El punto de interacción entre poderes como en el caso de la teoría constitucional;
- Como el encuentro de un óptimo punto entre dos o más extremos como en el caso de Aristóteles; y,
- Como la conservación de una situación existente, equilibrada para unos y desequilibrada para otros, como en la práctica política de cualquier sociedad.
En cualquiera de los tres casos, se colige que un ajuste sistémico denominado equilibrio ha ocurrido y que éste debe permanecer en el tiempo. Y la cuestión está en el sentido que le damos al tiempo, pues justamente, si creemos que el equilibrio se expresa como una balanza de dos contrapesos, entonces no comprendemos su significado en los sistemas sociales. Como bien afirma Sartori, la imagen de la balanza con dos contrapesos nos sirve como mapa conceptual para entender los puntos límites de los sistemas políticos. Cito:
“Los puntos de ruptura son, para la democracia, la ‘parálisis del poder’, y para la dictadura ‘la revuelta contra el poder’. Vale decir que una democracia cae cuando los gobernantes no cuentan con suficiente poder o fuerza para gobernar; y una dictadura cae cuando no hay superpoderes que basten, o cuando un superpoder disminuye”.[6]
Por tanto, conociendo los extremos, debemos comprender y tener siempre presente que el equilibrio como categoría conceptual opera principalmente en situaciones de equilibrios multilaterales, pues regularmente más de dos actores intervienen en la dinámica social, política y económica. Y desde ésta última perspectiva, que no es otra cosa que el enfoque sistémico, pueden manifestarse tres (3) expresiones de equilibrios multilaterales:
- Equilibrio Estable: sucede cuando el sistema es capaz de responder al estímulo o demanda para restablecer una situación preexistente en el tiempo.
- Equilibrio Inestable: sucede cuando el estímulo propicia un cambio o transformación en el tiempo del sistema político. (Retroalimentación positiva)
- Equilibrio Indiferente: sucede cuando el sistema se reconstituye al haberse reducido la perturbación propiciada por equilibrio estable o equilibrio inestable.
Notas
[1] En sentido literal indica que algo o alguien está sufriendo variaciones, sin emitir juicio de valor sobre el proceso. Y en ese sentido quiero asumirlo.
[2] North Douglas. Estructura y cambio en la historia económica. Alianza Editorial 1983.
[3] BOBBIO, Norberto. El futuro de la democracia. Plaza James Editores. Barcelona 1985, Pág. 9.
[4] Cambio, revolución, estabilidad o conservación involucran en el discurso político expresiones valorativas positivas o negativas según la época.
[5] SABINE, George. Historia de la Teoría Política. Ed. Fondo de Cultura Económica. México, D. F., 1988. Pág. 92.
[6] SARTORI, Giovanni. La política: lógica y método en las ciencias sociales. Ed. Fondo de cultura económica. México, D. F., 1987. Pág. 164.